Desaparición del Lago Poopó

“El lago era nuestra madre y padre. Ahora, somos huérfanos“, dijo Don Rufino Choque, cuyas palabras resuenan en el desolado salar que alguna vez fue la orilla del Lago Poopó, en Bolivia. La comunidad Uru de Puñaca Tinta Mariá, a la que pertenecían Rufino y sus ancestros, había vivido en armonía con las aguas de este antiguo lago, con un profundo vínculo que sostenía sus vidas y preservaba su identidad etnocultural única desde mucho antes de la fundación del Imperio Inca. Pero hoy en día, el modo de vida de los Uru está marcado por una profunda transformación, moldeada por sequías inducidas por el cambio climático y una economía regional extractivista que llevaron a la desaparición completa de las aguas del Lago Poopó en 2016.

Puñaca Tinta María, una de los tres pueblos Uru que una vez florecieron a lo largo de las orillas del Lago Poopó, se encuentra con un desafío sin igual de adaptabilidad; ubicada a solo unos kilómetros de la ciudad de Poopó, su historia y subsistencia están intrincadamente entrelazadas con las aguas del lago.

Históricamente, los Urus eran un pueblo de cazadores y pescadores, sus vidas estaban profundamente entrelazadas con el Lago Poopó. Residían en islas flotantes que les permitían aprovechar los recursos del lago y navegar por él. Con el tiempo, a medida que el lago comenzó a secarse, los Urus se vieron obligados a realizar la difícil transición a la vida en tierra firme. Sin embargo, este cambio fue gradual, y el lago siguió siendo una fuente vital de sustento y significado cultural.

Con el paso de los años, las aguas del lago disminuyeron a un ritmo alarmante. Para 2016, lo inimaginable se había convertido en una cruda realidad: el agua, la sangre vital de la comunidad Uru, había desaparecido por completo, llevándose consigo no sólo sus medios de vida, sino también sus tradiciones culturales profundamente arraigadas y queridos recuerdos. El lago, que alguna vez estuvo repleto de peces diversos, una vibrante fauna y flora acuática, se había transformado en un desierto, obligando al pueblo Uru a cambiar profundamente su forma de vida.

Frente a esta realidad, la comunidad Uru ha mostrado una notable resiliencia y adaptabilidad, creando un nuevo camino en un entorno para siempre alterado por las acciones humanas y el implacable avance del cambio climático. Mientras que la vida de sus antepasados giraba en torno a la caza y la pesca, hoy han tomado las artesanías como medio de supervivencia económica, creando obras de arte intrincadas que llevan a vender a las ciudades cercanas. Los Urus de Puñaca Tinta María, Vilañeque y Llapallapani recurren a conocimientos y tradiciones ancestrales incluso mientras se adaptan a la vida sin un lago; el material principal de su artesanía es el totora, las raíces de una planta nativa que habían sido utilizadas por generaciones anteriores para construir botes y otras estructuras flotantes para la vida en el lago.