Poetry
Afterglow
Nicaragua, they tricked your children
or perhaps you tricked them yourself.
You felt content and abundant in your foreign elite,
in the whiteness of your ruling class.
Nicaragua,
on the shiny mirror of the empire’s boots
you lay down your pride
and abandoned reason.
The Yankee’s boot is nothing but your brother’s new polished boots,
the bright white teeth of the office boy who still dreams of being a landowner.
Nicaragua, I see you in the dying fowl eating their own entrails,
on the dusty roads of underdevelopment;
on the 19th of July drunk,
swinging your hips, moving your sex
in front of the smoking platform where they sell dry ice and fluorescent lights.
Nicaragua, you are the pretentiousness of your children returned from Miami,
the rage of those who stayed behind,
the restlessness of those who travel to Tica land,
feeling themselves second class citizens in a third world country.
Nica, where are your flowers,
where is your pinolero smile and your insolence,
where the revolutionary glamor of yesteryear that kept
the hearts of Europeans and Americans alike warm;
where your glow, your bold and lightsome repertoire of imperatives:
vení, oíme, volvé, tené, mirame…
Today you reinvent yourself in an elite of your own,
equally extractive, exploitative;
an elite that speaks your language,
dressed in olive green,
in emerald green,
in rotten green.
Nicaragua, I see you turning into a huge landfill,
your people have the crystalline eyes of rage,
the restless eyes of those seeking revenge.
That is why you stand before the mirror and drink the revolutionary potion of yesterday,
because of today’s reaction
because of today’s oblivion
because of the slippery promise of that which never was.
Nicaragua, I see you in the teethless and flagless death,
in the firm and curved stomach of the animals of your kingdom,
in your children trafficking their warm in exchange of the dollar dreams of the foreigner.
I see you in your scorched earth,
in your religion of monumental virgins cast of stone whose tears will never cry;
in your blackouts,
in your channel of Chinese tales,
in your prejudices and your cycles of revenge,
in your sense of humor and your hammocks,
in your children piled behind the ever more grim silhouette of Sandino.
Nicaragua, your smoky capitalism looks like ours,
like that of all Latin Americans,
waiting on the dry rivers banks that the steaming boats push us
to the other side,
into the other side,
where the dream green color sinks into the bottom of an incandescent sea.
Letter written at the age of thirty
-My mother says I was born in the midst of the war-
In the city and in the mountain,
fire opened up with the strongest of weapons:
that of a people that shouts patria or death
with a full throat
with a sharpened heart.
– Yesterday we were born small. Today we will be giants-
The sky broke. The children had known it for a long time:
that raging thunder was not the sound of fiesta,
it was the dry tremor of fear,
the spicy smell of gunpowder.
-Nicaragua free, Nicaragua-
I was born in the middle of the blood,
in the sky-blue corridors of that broken hospital.
Wounded, wounded in the flesh
wounded, never dead in the heart.
– “Christ has been born,” they sang in mass-
And the fields dyed with red flowers
and the city painted with signs of rebellion
but sisters and brothers, the war does not end
Oh, oh, this is just beginning.
-And the winter poured its warm rain over Managua-
My mother prayed to the Italian saint,
to the young woman whose faith opened her flesh,
while giving birth, while crying out
end the war, end the war, saint.
“The most beautiful flower,” they sang to you, Nicaragua-
Every revolution ends.
30 years later and brothers, sisters,
they eat their hunger, boredom, rage.
My mother says that I was born in the midst of the war
but this war, has not ended.
Night in Managua, after the death of the roosters
Tonight’s throat is reddened.
She has shouted and is sick.
She sleeps on the floor, at the end of a white and illuminated room.
She is a fat pink swine.
Against the corner, she laments.
She has lost her lucidity and all her nails are broken.
She is dizzy
She is drunk.
This night does not have a bed where to urinate her fears.
That is why she crawls over the moldy roofs.
She feeds off the widows’ moss and steam left behind by children,
while sleeping.
The roosters that put an end to her delirium have died.
Only the crickets crack in the hours’ eternal garden.
She is alone with her mouse hole-mouth
she is tense
she is upset and hot.
We sleep in the gray stain
of her throat.
We dream of being dreamers.
We have not tried her edge.
We do not know her knives.
Poesía
Por Gema Santamaría
Después del fulgor
Nicaragua, engañaron a tus hijos
o quizás tú misma los engañaste.
Te sentías abundante y satisfecha en tu élite extranjera
en la blancura de tu clase dominante.
Nicaragua,
sobre el espejo “shaineado” de las botas del imperio
reclinaste tu orgullo
y abandonaste la razón.
La bota del yanqui no es más que la bota de tu hermano recién pulida,
los dientes blanquísimos del office boy que aún sueña con ser terrateniente.
Nicaragua, te veo en las gallinas moribundas comiéndose las entrañas
en los caminos polvorientos del subdesarrollo;
en el 19 de julio alcoholizada, contoneándote, moviendo tu sexo
frente a la tarima humeante donde trafican hielo seco y luces fluorescentes.
Nicaragua, eres la pretensión de tus hijos vueltos de Miami,
la rabia de los que se quedaron atrás,
el desasosiego de aquellos que viajan a tierra tica
sintiéndose ciudadanos de segunda en un país de tercer mundo.
Nica, dónde quedaron tus flores,
dónde quedó tu sonrisa pinolera y tu insolencia,
dónde el glamour revolucionario de antaño que mantenía
los corazones calientes de europeos y americanos;
dónde tu fulgor, tu atrevido y desenfadado repertorio de imperativos:
vení, oíme, volvé, tené, mirame…
Hoy te reinventas en una elite propia pero igual de extractiva, explotadora;
una élite que habla tu idioma,
que va vestida de verde olivo,
de verde esmeralda,
hedionda de verde.
Nicaragua, te veo convertirte en un basural,
tu gente tiene los ojos cristalinos de rabia,
miran con la mirada inquieta del que desea venganza.
Por eso tomas frente al espejo la pócima revolucionaria del ayer,
por la reacción de hoy
por el olvido de hoy
por la promesa escurridiza de lo que nunca fue.
Nicaragua, te veo en la muerte sin dientes y sin banderas
en el estómago firme y curvo de los animales de tu reino
en tus niños traficando su calor por los sueños de dólares del extranjero.
Te veo en tu tierra quemada,
en tu religión de vírgenes monumentales echas de piedra a las que nunca les saldrán lágrimas,
en tus apagones
en tu canal de cuentos chinos
en tus prejuicios y tus ciclos de venganza
en tu sentido del humor y tus hamacas
en tus niños apilados detrás de la silueta cada vez más sombría de Sandino.
Nicaragua, tu capitalismo humeante se parece al nuestro,
al de todos los latinoamericanos,
esperando en las orillas de los ríos secos que los barcos humeantes
nos empujen al otro lado,
del otro lado,
donde el sueño color verde se hunde al fondo de un mar incandescente.
Carta escrita a los 30 años
-Mi madre dice que nací en mitad de la guerra.-
En la ciudad y en la montaña se abría fuego
con el arma más fuerte:
la de un pueblo que grita patria o muerte
con la garganta repleta y el corazón afilado
-Ayer nacimos pequeños. Hoy seremos gigantes-
El cielo reventaba. Los niños lo sabían desde hace ya tiempo:
ese tronar rabioso no era de fiesta,
era el seco temblor del miedo
el picante olor de la pólvora.
-Nicaragua libre, Nicaragua-
Nací en mitad de la sangre,
en los pasillos celestes de aquel hospital roto.
Heridos, heridos en la carne
heridos, nunca muertos en el pecho.
-“Cristo ya nació,” cantaban en misa-
Y el campo se teñía de flores rojas
y la ciudad se colgaba pintas rebeldes
pero hermanas y hermanos, la guerra no acaba
ay, ay, esto apenas comienza.
-Y el invierno llovía cálido sobre Managua-
Mi madre le rezó a la santa italiana
la joven de la fe abierta en llagas,
mientras paría, mientras lloraba
afuera la guerra, afuera la guerra, santa
-“La flor más linda,” te cantaban, Nicaragua-
Toda revolución se apaga.
30 años después y hermanos, hermanas,
se comen el hambre, el hastío, la rabia.
Mi madre dice que nací en mitad de la guerra
pero es que esa guerra, aún no se acaba.
Noche en Managua, tras la muerte de los gallos
Esta noche tiene la garganta enrojecida.
Ha gritado y está enferma.
Duerme al fondo de un cuarto blanco e iluminado sobre el piso.
Es un gran cerdo rosado.
Contra la esquina, se lamenta.
Perdió la lucidez y tiene todas las uñas rotas.
Está mareada
Está borracha.
Esta noche no tiene una cama donde orinar sus miedos.
Por eso se arrastra sobre los techos enmohecidos.
Se alimenta del musgo y del vapor que dejan los niños,
al dormir, en las ventanas.
Se han muerto los gallos que ponen fin a su delirio.
Solo los grillos crepitan en el jardín eterno de las horas.
Está sola con su boca ratonera
está tensa
está brava y es caliente.
Nosotros dormimos en la mancha gris
que es su garganta.
Nos creemos soñadores.
Aún no hemos probado el filo.
Ni siquiera intuimos sus navajas.
Spring/Summer 2019, Volume XVIII, Number 3
Gema Santamaría is Assistant Professor of Latin American History at Loyola University, Chicago. Her research focuses on questions of violence, justice and the rule of law in Latin America. She was born in 1979, the year of the revolution, in Managua, Nicaragua. She is the author of Piel de Poesía (Managua-México, 400 Elefantes-Opción, 2002), Antídoto para una mujer trágica (México, Mezcalero Brothers, 2007) and Transversa (México, Proyecto Literal, 2009). Her work has been translated to English, Portuguese, French, and German. She edited, together with poets Lauri García Dueñas and Jocelyn Pantoja, the poetry anthology Apresurada cicatriz: instantáneas de poesía centroamericana (México, Proyecto Literal, 2013). She is a member of the Nicaraguan Association for Women Writers (ANIDE).
Gema Santamaría es Profesora Asistente de Historia de América Latina en Loyola University, Chicago. Su investigación se centra en temas de violencia, justicia, y estado de derecho en América Latina. Nació en 1979, el año de la revolución, en Managua, Nicaragua. Es la autora de Piel de Poesía (Managua-México, 400 Elefantes-Opción, 2002), Antídoto para una mujer trágica (México, Mezcalero Brothers, 2007) y Transversa (México, Proyecto Literal, 2009). Su poesía ha sido publicado al inglés, portugués, francés y alemán. Es editora, junto con las poetas Luari García Dueñas y Jocelyn Pantoja, de la antología de poesía Apresurada cicatriz: instantáneas de poesía centroamericana (México, Proyecto Literal, 2013). Es integrante de la Asociación Nicaraguense de Escritoras (ANIDE).
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