About the Author
Amanda Sánchez is a student at Colegio Artístico Santa Teresa de Machalí in Santiago de Chile with a passion for the arts in all their forms and areas, especially painting. Additionally, she is an enthusiast of literature, journalism, debate, philosophy and business. Her curiosity about the world has led her to learn English, French and Italian, driven by her interest in new cultures and travel. She is also actively involved in volunteer work, contributing to her community.
Acerca del Autor
Amanda Sánchez es una estudiante del Colegio Artístico Santa Teresa de Machalí con una pasión por las artes en todas sus formas e areas , especialmente la pintura. Además, es una entusiasta de la literatura, el periodismo, el debate, la filosofía y los negocios. Su curiosidad por el mundo la ha llevado a aprender inglés, francés e italiano, impulsada por su interés por las nuevas culturas y los viajes. Además, se dedica activamente al voluntariado, contribuyendo a su comunidad.
The Nights of Santiago
In the Chilean capital, rain becomes the protagonist during the months of June, July, and occasionally April, marking the gloomy winter with its intense cold. Around 5 p.m., the sky is already dark, somewhat purple, ushering in the night and the appearance of stars and lights. Depending on the sector of Santiago you are in, the darkness appears without a trace of its fading. Children still play soccer in the street, and people keep working, striving to get by day by day, bringing handmade bread from the corner bakery, moving in modern buses compared to those in the regions, returning to their homes, sometimes before dusk or as late as 8 or 9 p.m.
When I’m out at night, I like to witness how the city changes its shades and faces. Different areas light up as the night progresses; some people go out, others don’t. The windows of houses reveal family scenes: shared dinners with an average of 2.5 children per house, lonely people enjoying a simple but Chilean meal or sometimes a franchised one, all preparing to work the next day. With an average salary of 720,000 pesos (US$768), a Chilean has probably ordered delivery from a typical franchise, a common scene. Among soap operas and sopaipillas, under incessant rain, some go to bed early while others stay up late, enjoying the light show of Santiago.
From the heights of Las Condes, the panorama sometimes shows the imposing Costanera Center and other buildings rising towards the sky alongside the bright stars. The lights of these buildings, stacked one on top of another, offer a spectacular view, a postcard of urban life in its daily routine, visiting family at night and dreaming about the lottery. The next day, you prepare to face the crowded metro. With luck, you’ll find a space where none of the passersby push you, or perhaps, if you are truly fortunate, a seat. Depending on where you live, the journey can be more or less complicated. Most people work in the high areas of Santiago, like Los Dominicos, Alcántara and Escuela Militar.
Line 1 of the metro, connecting Los Dominicos with San Pablo, is an important transport for all, due to its economy although it’s not exactly cheap—about US.80. People travel living on their phones, listening to music and mentally preparing for the day ahead full of work and a boss who yells or maybe someone cordial. Many work in large companies or for the government, with offices located in the higher areas of the city. During the journey, I try to meditate, not thinking about sharing the air with 140 people in a single car. But never complain, there is always someone in a worse situation. At least that’s what some wise people say.
The mountains and the cordillera, always present, embrace the city. The Mapocho River, winding through Santiago, accompanies your journey. From your apartment, whether small or large, you can admire these views. On rainy days, especially in June and July, these images repeat, offering a special spectacle. The night in Santiago is a charm, a beauty always worth contemplating. Hopefully, you can enjoy it again and again—I do.
La Noche en Santiago de Chile
Por Amanda Sánchez Ortega
En la capital chilena, la lluvia se convierte en protagonista durante los meses de junio, julio y de vez en cuando abril, marcando el lúgubre invierno con su frío intenso. A eso de las cinco de la tarde, el cielo ya está oscuro algo morado, dando p inicio a la noche y a la aparición de las estrellas y las luces que adornan la bella ciudad. Dependiendo del sector de Santiago en el que te estes, la oscuridad aparece sin dejar rastro de su desvanecimiento. Los niños todavía juegan a la pelota en la calle, y la gente sigue trabajando, esforzándose por mantenerse día a día y llevar pan hecho a mano en la panadería de la esquina, moviéndose en las modernas micros comparadas con las de regiones para regresar a sus hogares.
Desde lo alto de Las Condes, el panorama a veces vemos los imponentes Costanera Center y otros edificios que se elevan hacia el cielo junto a las luminosas estrellas. Las luces de estos edificios, apiladas unas sobre otras, ofrecen una vista espectacular de esta interesante ciudad, una postal de la vida urbana en su cotidianidad llendo a visitar a la familia de noche y tenían sueños sobre el loto. Al día siguiente, te preparas para enfrentar al exorbitante metro. Con suerte, encontrarás un espacio donde nadie de los transeúntes te empuje, o quizás, si eres verdaderamente afortunado, un asiento. Dependiendo de dónde vivas, el viaje puede ser más o menos complicado. La mayoría de las personas trabaja en las zonas altas de Santiago, como Los Dominicos, Alcántara y Escuela Militar. La Línea 1 del metro, que conecta Los Dominicos con San Pablo, es un transporte importante tanto para la clase media, como para la alta y baja, debido a su economía pero tampoco es tan barato. En la hora punta, el metro se llena, y el pasaje cuesta alrededor de 750 pesos. La gente viaja vive en sus teléfonos, escuchando música y mentalizándose para el día que les espera lleno de trabajo y un jefe gritón o quizás alguien cordial. Muchos trabajan en grandes compañías o para el gobierno, con oficinas ubicadas en La mayoría de las personas trabaja en las zonas altas de Santiago, como Los Dominicos, Alcántara y Escuela Militar. La Línea 1 del metro, que conecta Los Dominicos con San Pablo, es un transporte importante tanto para la clase media, como para la alta y baja, debido a su economía pero tampoco es tan barato. En la hora punta, el metro se llena, y el pasaje cuesta alrededor de 750 pesos.
La gente viaja vive en sus teléfonos, escuchando música y mentalizándose para el día que les espera lleno de trabajo y un jefe gritón o quizás alguien cordial. Muchos trabajan en grandes compañías o para el gobierno, con oficinas ubicadas en las zonas más elevadas de la ciudad. Durante el trayecto ves como la acumulaciones de gente te empujan, al menos yo trato de meditar, de no pensar en que comparto el aire con 140 personas en un solo vagón Pero nunca hay que quejarse, siempre hay alguien en una situación peor. Almenos eso dicen algunos sabios.
Después de un día de trabajo, generalmente de nueve a cinco, regresas a una ciudad que resplandece bajo las estrellas y las luces. Las montañas y la cordillera esplendorosa, siempre presentes, abrazan la ciudad. El río Mapocho, serpenteando a través de Santiago, acompaña tu recorrido. Desde tu apartamento, sea pequeño o grande, puedes admirar estas hermosisimas vistas. En los días de lluvia, especialmente en junio y julio, estas imágenes se repiten, ofreciendo un espectáculo especial. La noche de Santiago es un encanto, una belleza que siempre vale la pena contemplar. Ojalá puedas disfrutarla una y otra vez—como yo.
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