Cuatro Zonas: Cuatro Rios

Por Sebastian Ramirez Feune

Mi corazón empezó latir más rápido cuando miré por la ventana de mi avión y me vi volando sobre lo que parecía ser un paraíso.

Mientras descendíamos sobre la Bahía de Guanabara, escuchaba el clásico de bossa nova, “Samba do Avião” (Samba del Avión) de Antônio Carlos Jobim. Me había preparado para este momento durante cinco años, cuando conocí por primera vez los fascinantes ritmos africanos de la samba y el melancólico jazz de la bossa nova. Mi pasión por estos estilos musicales comenzó durante el verano después de mi primer año de secundaria cuando encontré las canciones clásicas, “Onde Anda Você”, “Preciso Me Encontrar” y “Chega de Saudade”, en YouTube.

Mi afinidad por escuchar samba se convirtió gradualmente en una pasión por tocarla. Me sentí motivado a tocar la guitarra familiar centenaria que mi abuelo me había dejado como regalo. Después de un año de tocar bossa nova y samba en mi guitarra, fui a adquirir instrumentos tradicionales de samba, como el cavaquinho y el pandeiro. Para mejorar mi portugués, consumiría redes sociales, series y películas brasileñas. Incluso desde mi hogar en el Área de la Bahía de San Francisco, sentí pura alegría por mi compromiso cultural con Brasil. Y honestamente, era una cultura que no encontré muy diferente de mi herencia mexicana.

Llegar a Río fue como volver a casa. Extrañamente, era una casa en la que nunca había estado antes. Al salir del avión y entrar en las calles de Río, inmediatamente sentí una alegria intensa. Aunque había pasado mis primeros tres días en Brasil visitando São Paulo, no había sentido la sensación que Rio despertó dentro de mí. Cuando caminaba hacia los botequins para comprar un churrasquinho, me sentía acogido por los acentos cariocas, el acento a través del cual había cultivado mi propia identidad individual durante los últimos cinco años. La cultura carioca se había convertido en una parte esencial de mi vida en mis desafiantes años de pandemia en la escuela secundaria.

Explorando Rio

Río se divide en cuatro zonas. El Centro es el distrito financiero e histórico del centro, y fue donde trabajé como pasante de verano de DRCLAS para INOVA, un laboratorio de innovación en el Ministerio Público de Río de Janeiro. El Centro alberga grandes rascacielos acompañados de edificios coloniales ornamentados y coloridos, lo que destaca la presencia de las coronas portuguesa y brasileña que habían residido en Río de Janeirol. Mientras que el Centro está desierto por la noche, el día se caracteriza por el ajetreo y el bullicio de la vida del mercado y la gente elegantemente vestida que camina por las calles de la ciudad. El Centro también alberga las primeras favelas, o comunidades autónomas/barrios marginales, de Río de Janeiro y Brasil. En el Morro da Providência, una colina ubicada junto al centro de la ciudad, los esclavos liberados de ascendencia africana establecieron su comunidad a medida que emigraban de los estados del noreste, principalmente de Bahía.

Para llegar al trabajo, yo tendría que tomar el metro desde Copacabana, el municipio con una de las playas más largas de la Zona Sur. Esta zona es la parte más rica de Río y donde encontrarás la mayoría de los turistas. Está compuesto por el Pan de Azúcar, Copacabana, Ipanema, Leme, Leblon, São Conrado y varias otras playas y montañas. Dentro de la Zona Sur, todavía hay algunas favelas, que son más comunes en las otras regiones.

A pesar de que la Zona Sur es el área más reconocida internacionalmente de Brasil, aproximadamente cuatro de cada cinco brasileños viven en la Zona Norte. Muchos lugareños que conocí describieron la Zona Norte como la parte de Río que los turistas realmente no ven. Además, lo vieron como el auténtico Río. Después de todo, alberga a la mayoría de los cariocas. Esta zona, sin embargo, alberga la mayor cantidad de favelas, lo que ilustra las luchas de muchos residentes de la Zona Norte. Independientemente, muchos cariocas se enorgullecen de las comunidades de las que provienen.

La más grande de las zonas es la Zona Oeste, que ocupa grandes territorios de selva, playa y montaña. Esta región es similar a la Zona Norte y Centro en estatus socioeconómico. Sin embargo, la diferencia es que esta región es mucho menos densa. Posee la porción más extensa de la Floresta da Tijuca, el parque urbano más grande del mundo. En este parque, realicé varias caminatas a través del espeso bosque, y vi guacamayos altísimos y titíes saltadores. La Zona Oeste es el hogar de Cidade de Deus, o Ciudad de Dios, la comunidad que se destacó en la película Cidade de Deus (2002). Como ilustra la película, además de los peligros del narcotráfico, la región está plagada de viciosas pandillas de ex-milicianos que a menudo controlan el tráfico de drogas de la región.

Río es más que una ciudad. Es un conglomerado de comunidades, topografías, culturas y experiencias. Ahora quiero explicar por qué importan estas diferencias y cómo las percibí cuando estuve presente en el hermoso Río.

La Tierra de Bossa Nova

Casi todas las mañanas tenía el privilegio de correr dos millas hasta el otro extremo de la playa, donde se encuentra el Fuerte de Copacabana, para hacer canotaje. Mi amiga Tiffany Zheng, estudiante de posgrado en la Escuela de Salud Pública de Harvard, vivía al lado del fuerte en el barrio Cantagalo de Copacabana. Su madre anfitriona disfrutó de una rigurosa rutina de ejercicios, y nos presentó a ella y a mí los clubes deportivos locales. El piragüismo se convirtió en nuestro hobby que nos preparó para nuestras jornadas laborales. Terminaríamos el entrenamiento de la mañana con un buen tazón de granola y açaí, una fruta de una palma nativa de la Amazonía oriental. Nos separaríamos y luego probablemente nos encontraríamos con nuestro otro amigo que vivía en el Centro para cenar.

La Zona Sur es la tierra de la bossa nova. Es esta tierra de privilegio y riqueza. La presencia de favelas no cambió la riqueza del área, sino que solo subrayó la desigualdad del área. Era el lugar donde los músicos se sentaban junto a la playa y miraban la puesta de sol sobre la montaña occidental, cantando sobre su amor por mujeres desinteresadas. Las melodías suaves y melancólicas de la bossa nova son hermosas, lo admito. Sin embargo, es importante reconocer que se trata de la apropiación de otro sector de la población brasileña. Es la amalgama de desarrollos musicales y culturales dentro de una región predominantemente blanca y próspera que tomó de algunos de los miembros más marginados de la sociedad brasileña.

Los habitantes de la Zona Sur también comparten este falso sentido de superioridad cultural. Una tarde de julio, asistí a la celebración del 130 aniversario del barrio de Copacabana en el Baden Powell Music Hall. Allí vi varias actuaciones conmovedoras de bossa nova, choro y samba. Cada género era muy elegante, ligero y suave. Pero esa no era la samba que yo conocía. Había algo fuera de lugar. Pero, voy a llegar a por qué más tarde.

En esta celebración, un residente de toda la vida de Copacabana habló de sus experiencias de vida al crecer en la playa. Contó de sus experiencias viviendo cerca de la playa. La afirmación más interesante que hizo durante todo su discurso fue que “Se Copacabana é o porto de entrada do Rio, e o Rio é o porto de entrada do Brasil, lógicamente, o Rio é o porto de entrada do Brasil inteiro. Si Copacabana es el puerto de entrada de Río y Río es el puerto de entrada de Brasil, entonces, lógicamente, Río es el puerto de entrada de todo Brasil”. El hombre compartió fuertes sentimientos de superioridad con respecto al barrio, llamándolo la región más atractiva de Río.

Estas afirmaciones son problemáticas porque no reconocen a las otras regiones de Río por su fuerte influencia en el desarrollo de la cultura carioca. Hay que mirar ahora a la Zona Norte. Esta es la casa de la samba. Bossa nova nació de la samba. Bossa nova se desarrolló a partir de la adopción de ritmos de samba africana en un estilo más suave que era más atractivo para los consumidores y los medios occidentales. Samba es mucho de lo que temen los brasileños blancos. Es hija de la religión afrobrasileña y de las experiencias de lucha. Ilustra los desafíos de la vida cotidiana en la Zona Norte, una lucha presente, pero menos ubicua, en la Zona Sur.

Zona Norte es la forma cruda de este Río. Es el hogar del carioca promedio. En este viaje, hice mi mejor esfuerzo para disfrutar de la cultura de las otras tres zonas. Después de todo, yo vivía en la Zona Sur. Viajé a terrenos de candomblé, caminé por las favelas de Rocinha y Morro da Providência. Esta era la samba con la que estaba familiarizado cada vez que escuchaba la música de los grandes sambistas Zeca Pagodinho, Arlindo Cruz y Paulinho da Viola. Los lunes, viernes, sábados y domingos escuchaba samba y pagode en diferentes lugares, desde Pedra do Sal en Pequena África hasta Lapa. Me enamoró el sentimiento que transmite este género musical y la gente que lo interpreta.

Samba é o grande remédio de todas as doenças. Samba es el gran remedio de todas las enfermedades. Realmente lo es. Hay un poder en la música, en su espíritu. El poder de la samba radica en su capacidad de convertir algo “feo” en algo hermoso. Pero, para apreciar estos espacios por su belleza, suele ser necesario suscribirse a este punto de vista optimista. Muchos de mis compañeros de viaje prefirieron las regiones turísticas de la zona, eligiendo un paseo en barco, en lugar de viajar conmigo al Mercadão de Madureira, un mercado gigante en la Zona Norte. Mi alegría en Río realmente provino de sumergirme en estas comunidades que encontraron alegría en algunas de las facetas más desafiantes de la vida. Eran personas sin ayuda del gobierno, que vivían en comunidades donde se mantenían a sí mismos.

Muchos turistas vienen a Río con la ilusión de conocer realmente la ciudad. Se quedan en las playas de la ciudad, tomando el sol y nadando en el mar. Sin embargo, para conocer verdaderamente la ciudad, uno debe relacionarse con la gente. Hay que escuchar no sólo la bossa nova, sino también la samba. Hay que ver a la gente bailando samba. Esto es lo que convierte a Río en un lugar espiritual y transformador. La combinación de paisajes radiantes, cultura vibrante y gente cálida fomenta un sentimiento como ningún otro.

Volveré a Río en el futuro, y espero que muchas veces. Cuando llegué por primera vez a Río y felicité a Río por su belleza, mis compañeros de trabajo a menudo se reían entre dientes y decían que solo conocía la Zona Sur. Al final del viaje, después de expandir mi familiaridad con la ciudad a las cuatro zonas, estaba aún más enamorado que nunca de la cultura carioca. Generó una perspectiva de tan gran optimismo que, dondequiera que mirara, veía belleza, felicidad y alegría.

Quatro Zonas: Quatro Rios

Meu coração começou a bater mais rápido quando olhei pela janela do meu avião, e vi que estava voando sobre o que parecia ser um paraíso.

Enquanto descíamos sobre a Baía de Guanabara, eu ouvia o clássico da bossa nova, “Samba do Avião” de Antônio Carlos Jobim. Eu estava me preparando para esse momento por cinco anos, quando fui apresentado pela primeira vez aos hipnotizantes ritmos africanos do samba e ao jazz melancólico da bossa nova. Minha paixão por esses estilos musicais começou no verão depois do meu primeiro ano do colégio quando encontrei as músicas celebradas de “Onde Anda Você”, “Preciso Me Encontrar” e “Chega de Saudade” no YouTube.

Minha afinidade por ouvir samba ao pouco tempo se transformou em paixão por tocá-lo. Eu me senti motivado a tocar o violão de família centenário que meu avô me deu de presente. Depois de um ano tocando bossa nova e samba no violão, passei a tocar samba em instrumentos tradicionais, como cavaquinho e pandeiro. Para melhorar meu português, eu assistia redes sociais, séries e filmes brasileiros. Mesmo da minha casa na Área da Baía de São Francisco, senti pura alegria com meu envolvimento cultural com o Brasil. E honestamente, era uma cultura que eu não achava muito diferente da minha herança mexicana.

Chegar ao Rio foi como voltar para casa. Estranhamente, era uma casa onde eu nunca tinha ido antes. Saindo do avião e entrando nas ruas do Rio, imediatamente senti uma alegria intensa. Durante meus três primeiros dias no Brasil visitando São Paulo, eu não tinha sentido a sensação que o Rio despertava em mim. Quando eu ia aos botequins para comprar um churrasquinho, eu me sentia acolhido pelo sotaque carioca, sotaque com o qual cultivei minha própria identidade individual nos últimos cinco anos. A cultura carioca se tornou uma parte essencial da minha vida em meus anos desafiadores de pandemia no colégio.

Explorando o Rio

O Rio é dividido em quatro zonas. O Centro é o distrito financeiro e histórico do centro da cidade, e foi onde trabalhei como estagiário de verão do David Rockefeller Center for Latin American Studies (DRCLAS) para o INOVA, um laboratório de inovação do Ministério Público do Rio de Janeiro. O Centro abriga grandes arranha-céus acompanhados de construções coloniais ornamentadas e coloridas, destacando a presença das coroas portuguesa e brasileira que residiram no Rio de Janeiro. Enquanto o Centro fica deserto à noite, o dia é caracterizado pela azáfama da vida do mercado e pelas pessoas elegantemente vestidas andando pelas ruas da cidade. O Centro também abriga as primeiras favelas do Rio de Janeiro e do Brasil. No Morro da Providência, morro localizado próximo ao centro da cidade, escravos libertos afrodescendentes estabeleceram sua comunidade à medida que migravam dos estados nordestinos, principalmente da Bahia.

Para chegar ao trabalho, eu tinha que pegar o metrô de Copacabana, município com uma das praias mais extensas da Zona Sul. Esta área é a parte mais rica do Rio e onde você encontrará a maioria dos turistas. É formado por Pão de Açúcar, Copacabana, Ipanema, Leme, Leblon, São Conrado e várias outras praias e montanhas. Dentro da Zona Sul, ainda existem algumas favelas, que são mais comuns nas outras zonas.

Embora a Zona Sul seja a área mais reconhecida internacionalmente do Brasil, aproximadamente quatro em cada cinco brasileiros vivem na Zona Norte. Muitos moradores que conheci descreveram a Zona Norte como a parte do Rio que os turistas realmente não veem. Além disso, eles o viam como o autêntico Rio. Afinal, é o lar da maioria dos cariocas. Essa área, no entanto, abriga o maior número de favelas, ilustrando as lutas de muitos moradores da Zona Norte. Independentemente disso, muitos cariocas se orgulham das comunidades de onde vêm.

A maior das zonas é a Zona Oeste, que ocupa grandes territórios de selva, praia e montanhas. Esta região assemelha-se à Zona Norte e Central em termos socioeconómicos. No entanto, a diferença é que esta região é muito menos densa. Possui a maior porção da Floresta da Tijuca, o maior parque urbano do mundo. Nesse parque, fiz várias caminhadas pela mata fechada e vi araras e saguis. A Zona Oeste abriga a Cidade de Deus, comunidade do filme Cidade de Deus (2002). Como o filme ilustra, além dos perigos do tráfico de drogas, a região é assolada por gangues viciosas de ex-milícias que muitas vezes controlam o tráfico de drogas da região.

O Rio é mais que uma cidade. É um conglomerado de comunidades, topografias, culturas e experiências. Agora quero explicar por que essas diferenças importam e como as percebi quando estive presente no belo Rio.

A Terra da Bossa Nova

Quase todas as manhãs eu tinha o privilégio de correr três quilômetros até o outro lado da praia, onde fica o Forte Copacabana, para fazer canoagem. Minha amiga Jennifer, estudante de pós-graduação da Harvard School of Public Health, morava ao lado do forte no bairro do Cantagalo, em Copacabana. Sua mãe anfitriã desfrutava de uma rotina de exercícios rigorosa, apresentando a ela e a mim os clubes esportivos locais. A canoagem tornou-se o nosso hobby que nos preparou para os nossos dias de trabalho. Terminaríamos o treino matinal com uma bela tigela de granola e açaí. Normalmente, nós nos separavamos e encontravamos nossa outra amiga que morava no Centro para jantar.

A Zona Sul é a terra da bossa nova. É esta a terra de privilégio e riqueza. A presença de favelas não mudou a riqueza da área, mas apenas sublinhou a sua desigualdade. Era o lugar onde os músicos se sentavam na praia e assistiam ao pôr do sol sobre a montanha ocidental, cantando sobre seu amor por mulheres desinteressadas. As melodias suaves e melancólicas da bossa nova são lindas, admito. No entanto, é importante reconhecer que se trata da apropriação de outro setor da população brasileira. É a amálgama de desenvolvimentos musicais e culturais dentro de uma região predominantemente branca e próspera que tirou alguns dos membros mais marginalizados da sociedade brasileira.

Os habitantes da Zona Sul também compartilham dessa falsa sensação de superioridade cultural. Numa tarde de julho, participei da comemoração dos 130 anos do bairro de Copacabana no Baden Powell Music Hall. Lá, assisti várias apresentações emocionantes de bossa nova, choro e samba. Cada gênero era muito elegante, leve e suave. Mas aquele não era o samba que eu conhecia. Havia algo fora do lugar. Mas, eu vou chegar ao porquê mais tarde.

Nesta celebração, um morador de Copacabana falou sobre as suas experiências de vida crescendo na praia. A afirmação mais interessante que ele fez ao longo de seu discurso foi que “Se Copacabana é a porta de entrada para o Rio, e o Rio é a porta de entrada para o Brasil, logicamente, ou o Rio é a porta de entrada para o Brasil inteiro”. O homem compartilhava fortes sentimentos de superioridade com o Zona Sul, chamando-o de a região mais atraente do Rio.

Essas declarações são problemáticas porque não reconhecem as demais regiões do Rio por sua forte influência no desenvolvimento da cultura carioca. Devemos agora olhar para a Zona Norte. Esta é a casa do samba. A bossa nova nasceu do samba. A bossa nova desenvolveu-se a partir da adoção de ritmos de samba africanos em um estilo mais suave que era mais atraente para os consumidores e a mídia ocidentais. O samba é muito do que os brasileiros brancos temem. Ele é filho da religião afro-brasileira e das experiências de luta. Ilustra os desafios do cotidiano da Zona Norte, uma luta presente, mas menos ubíqua, na Zona Sul.

Nesta viagem, fiz o meu melhor esforço para aproveitar a cultura das outras três áreas. Afinal, eu morava na Zona Sul. Viajava por terreiros de candomblé, caminhava pelas favelas da Rocinha e do Morro da Providência. Esse era o samba que ele conhecia sempre que ouvia a música dos grandes sambistas Zeca Pagodinho, Arlindo Cruz e Paulinho da Viola. Às segundas, sextas, sábados e domingos ouvia samba e pagode em diversos lugares, desde na Pedra do Sal na Pequena África até na Lapa. Apaixonei-me pelo sentimento que este género musical transmite e pelas pessoas que o interpretam.

O samba é o grande remédio para todas as doenças. Há um poder na música, em seu espírito. O poder do samba tem uma capacidade para de transformar algo “feio” em algo bonito. Mas, para apreciar estes espaços pela sua beleza, muitas vezes é necessário subscrever este ponto de vista otimista. Muitos dos meus companheiros de viagem preferiram as regiões turísticas da região, optando por um passeio de barco, em vez de viajar comigo até o Mercadão de Madureira. Minha alegria no Rio realmente veio de mergulhar nessas comunidades que encontram alegria em algumas das facetas mais desafiadoras da vida. Eram pessoas sem ajuda do governo, vivendo em comunidades onde se sustentavam eles mesmos.

Muitos turistas vêm ao Rio na esperança de realmente conhecer a cidade. Eles ficam nas praias da cidade, tomando sol e nadando no mar. No entanto, para conhecer verdadeiramente a cidade, é preciso interagir com as pessoas. Você tem que ouvir não só a bossa nova, mas também o samba. Você tem que ver as pessoas dançando samba. É isso que faz do Rio um lugar espiritual e transformador. A combinação de paisagens maravilhosas, cultura vibrante e pessoas simpáticas promove um sentimento como nenhum outro.

Voltarei ao Rio no futuro, e espero que muitas vezes. Quando cheguei ao Rio pela primeira vez e elogiei o Rio por sua beleza, meus colegas de trabalho muitas vezes riam e diziam que eu só conhecia a Zona Sul. Ao final da viagem, depois de expandir minha familiaridade com a cidade para todas as quatro zonas, fiquei ainda mais apaixonado pela cultura carioca do que nunca. Gerou uma perspectiva de tão grande otimismo que, para onde eu olhasse, eu via beleza, felicidade e alegria.